Esta vez no fue por necesidad ni hambre crónica, fue por celebración. Como todo grupo de amig@s, en el mío tenemos la tradición de ir a comer cosas ricas para celebrar a una cumpleañera (alimento para el alma en todo su esplendor pue’) y así iniciamos la búsqueda de un restaurante que complaciera los mañosos paladares de todos, obviamente consultamos la Biblia de los gordos anónimos, Zomato, y ahí, entre sus mejores clasificados, un poco tímido y escondido, nos miraba Lusitano, con todo lo que podíamos pedir para una tarde calurosa de invierno/verano.
Partimos ansiosos y hambrientos sin un plato en mente (aunque teníamos el menú a mano), era un viaje de 15 minutos que terminó en 55 por un taco del terror que triplicó el valor del UBER, con un calor de mierd* que obviamente nos llevó al lado oscuro de la fuerza, y aquí me detengo, ya que es súper importante antes de hacer cualquier cosa analizar el costo-beneficio y obviamente, un mal viaje también puede arruinar un buen plato. Filo, la cosa es que llegamos y su entrada era bastante peculiar, a medida que avanzas te sumerges en un ambiente de paz y tranquilidad demasiado bello, no sé si fue por las personas o la decoración, pero tu predisposición cambia inmediatamente. Como somos viejas culiás, ya teníamos una reservación hecha (algo súper importante si va a pololear o celebrar algo, ojo ahí pa’ los coquetos), así que nos sentamos a darnos amor y decidir qué comer, usualmente pido platos con pollo para vivir mejor y no morir en el intento, pero había NADA, ONDA, NADA CON POLLO, ¿qué onda su odio contra el pollito? Filo que habían opciones naturista, con atún, salmón, pero ninguna alternativa para los chicos de verdad. Entre mi desesperación y nuevo enfrentamiento a ese amor incondicional a la cebolla que hay en el mundo, decidí pedir una Hamburguesa Chicota, con todo, fue como un desafío personal aceptar cada ingrediente, pero uno se arriesga y filo, con un juguito de frambuesa todo pasa (uno aprende de sus errores y no pide tragos en lugares que no conoce).
Después de unos 15 minutos ya teníamos todo en nuestra mesa y debo decir que la presentación dejaba bastante que desear, poco menos escupieron las papas fritas en el plato y el sándwich se veía mega normal, no le hacía justicia al lugar ni a las fotos de referencia. Como ya lo había pedido, lo probé y fue amor al primer bocado, todo, onda, todo sabía muy bien, la hamburguesa estaba en su punto, “tierna” y levemente rojiza en su centro, que combinaban perfectamente con un tocino y queso que se sentían a mil, se diferenciaban pero no opacaban el sabor de la hamburguesa, lo potenciaban, pero lo más importante de todo es que sufrí una reconexión espiritual con la cebolla estofada (a la persona que se le haya ocurrido, desde la distancia, le mando un besito), humedecían el pan y te daban un doble mordisco de sabor al estar bajo el queso y el tocino. Soy cero fanático de la carne roja y la cebolla, pero me conquistó completamente, aunque, como en casi todas partes en las que se esmeran en hacer platos monstruosos que claramente no caben en un bocado, tuve que descuartizar la hamburguesa y consumirla a trozos, pero se agradece esa “profundidad”, onda, a medida que vas masticando vas sintiendo un universo nuevo que se mezcla en un solo sabor que no es tan sencillo de conseguir.
Las papas fritas estaban ricas, horrendas, pero ricas, semi crujientes, bien horneadas y blandas en el centro, tenían la pizca justa de sal y la porción de ketchup infaltable, no tengo nada más que decir de ellas.
Para bajar la comida y completar el ritual de felicidad, obvio que me pedí un tecito con un postre – inserte luna negra de whatsapp acá -. Técnicamente era una torta de Hojaldre con salsa de frambuesa, literal que se demoraron nada en traerla, o sea, ¿qué tanto te puedes demorar en cortar una torta? Filo, la cosa es que se veía y sabía súper bien, debo confesar que es mi torta favorita y soy súper exigente por lo mismo, pero el hojaldre estaba crujiente en su punto y relativamente “suave”, se partía fácilmente al ejercer presión, pero no se despedazaba y dejaba la cagá en el plato, el manjar exquisito, tan real como tú, sin agua, ni jugo, ni leche pa’ hacerlo cundir y el merengue estaba granulado pero duro, y lo amo así, todo era tan bello que le perdono completamente la carencia absoluta de salsa de berries, onda, ni una gota, pero bueno, hay veces en que creemos necesitar una cosa, pero la vida nos demuestra que somos completamente felices con otra, como en este día sin pollo ni salsa.
Para terminar debo decir que las meseras te aman/odian, sentía que en cualquier momento iba a presenciar una escena del “Resplandor”, no sé si fue el día o su vida, pero igual bélico. Algo que nunca he comentado (porque básicamente llevo dos blog’s), es que los baños son súper dignos y limpios y el precio es súper justo en función de la comida/calidad que recibes, así que si quiere ir a una comida con amigos, familia o con la pareja consagrada, vaya tranquilo, el ambiente no es pa’ citas de Tinder, ni pa’ mostrar mucha carne, es algo súper piolita y relajado.
An error has occurred! Please try again in a few minutes